Piedras tacitas, conchales y arte rupestre: Viejas excavaciones y nuevos hallazgos arqueológicos en Guanaqueros, región de Coquimbo, Chile

Bedrock mortars, shell middens and rock art: Old excavations and new archaeological findings at Guanaqueros, Coquimbo Region, Chile

Praxis Arqueológica Volumen 1
Número 1
Septiembre 2020
Pp. 19-44
DOI 10.11565/pa.v1i1.7

Daniel Hernández

Investigador independiente, danielhernandezcastillo92@gmail.com

Ignacio Monroy

Investigador independiente, nachoo.monroy@gmail.com

Carola Flores

Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas. Facultad de Ciencias del Mar, Universidad Católica de Norte, carolaflowers@gmail.com

Resumen
La realización de una prospección dirigida en Guanaqueros, solicitada y acompañada por personas de la comunidad, posibilitó el registro de una serie de sitios de características y adscripciones temporales diversas. Los resultados de esta visita se exponen en este artículo, presentando la cultura material de estos contextos y su relación con los antecedentes arqueológicos ya conocidos para esta zona. La extensión y distribución espacial de las evidencias muestran la relevancia de esta localidad para el desarrollo de sociedades del pasado que habitaron la zona, al menos, desde el Arcaico Tardío (5000 AP). Dicha relevancia se problematiza considerando la urgencia por retomar el estudio en áreas como esta, amenazadas por el continuo avance de las ciudades y la proliferación de proyectos de tipo inmobiliario, industrial o turístico que pueden afectar su estado de conservación; así como también por la existencia de interés por parte de comunidades locales de significar el patrimonio arqueológico presente en el entorno en el que viven. Nuestros resultados esperan ser una actualización de la información conocida en Guanaqueros para situar sus evidencias en los procesos de largo aliento del Holoceno Tardío en esta porción de la costa del norte semiárido.

Palabras clave: conchales, Arcaico Tardío, Alfarero Temprano, Intermedio Tardío, piedras tacitas.

Abstract
A recent, directed archaeological survey that took place in Guanaqueros –requested and accompanied by members of the local community– produced a record of a series of archaeological sites with diverse characteristics and chronology. Survey results are presented in this article, dealing with the material culture of these contexts and their relationships with known archaeological data of the area. Spatial extension and distribution of the evidence show the importance of this location for the settlement of past populations since, at least, the Late Archaic Period (5,000 BP). This relevance is discussed considering the urgency to research this area given the multiple agents that menace the integrity of these contexts and the interest of the communities that intend to signify their archaeological heritage. Our results complement previous archaeological information for the area of Guanaqueros, locating them within the long-term processes taking place during the Late Holocene in this portion of the Semiarid North coastal region.

Keywords: shell middens, Late Archaic Period, Early Ceramic Period, Late Intermediate Period, bedrock mortars.

Introducción

El pueblo de Guanaqueros (comuna de Coquimbo, provincia del Elqui, región de Coquimbo) se ubica en el extremo meridional de la bahía homónima, en medio de las tres grandes bahías que conforman la costa entre los ríos Elqui y Limarí (Figura 1). Esta porción de la costa del norte semiárido (nsa, en adelante) presenta continuas playas arenosas, extensos sistemas dunarios, formaciones de quebradas con origen en la cordillera de la Costa, zonas con relieve litoral rocoso y múltiples puntas y bahías. Se ha caracterizado por un clima estepárico costero con vegetación tipo matorral xeromórfico con especies cactáceas y arbustivas y presencia de humedales, así como también bosques relictos desde Guanaqueros-Tongoy hacia el Sur (Llagostera, 1989, 2005[1]; Maldonado et al., 2016; Núñez, 1983a[2], 1983b[3]; Weisner, 1986).

La influencia de la corriente de Humboldt otorga a este ambiente una gran biomasa de especies marinas y terrestres. Se han reconocido al menos 373 especies de moluscos marinos en la banda latitudinal de los 30°S, que incluyen machas (Mesodesma donacium), locos (Concholepas concholepas), choros (Choromytilus chorus), lapas (Fissurellidae) y varios otros gastrópodos, poliplacóforos y bivalvos (Valdovinos, 1999[4]). Los peces de este ecosistema incluyen congrios (Genypterus spp.), jureles (Trachurus murphyi), sierras (Thyrsites atun) y lenguados (Paralichthys microps e Hippoglossina macrops) (Falabella et al., 1995 [5]). Los mamíferos marinos se agrupan, principalmente, en lobos marinos (Otariidae), chungungos (Lontra felina) y cetáceos (conama, 2008). Además, los humedales concentran varias especies vegetales –como totoras (Typha angustifolia), juncos y ciperáceas (Squeo et al., 2008 [6])– que, junto con los roqueríos de la franja costera del Elqui-Limarí, constituyen el hábitat de múltiples especies de aves como cormoranes (Phalacrocoracidae), pingüinos (Spheniscidae), gaviotas (Laridae), patos, gansos y cisnes (Anatidae) y aves pequeñas (Passeriformes (Jorge et al., 1998 [7]).

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Figura 1. Ubicación de Guanaqueros, al sur de la bahía de Guanaqueros, con las principales localidades mencionadas en el texto. Tomado y modificado de Google Earth.

La alta disponibilidad de recursos consumidos hasta hoy por poblaciones costeras tiene un correlato con la alta densidad de sitios arqueológicos de la zona. Trabajos iniciales generaron las primeras descripciones de estos yacimientos, los cuales corresponden principalmente a depósitos tipo conchal. Su temprana intervención (Bird, 1943 [8]; Medina, 1882 [9]; Mostny y Cornely, 1941 [10]) vino inicialmente aparejada de periodificaciones específicas a la zona (Schiappacasse y Niemeyer, 1986 [11]). Trabajos más recientes han logrado contextualizar las ocupaciones más densas de estos sitios, cronológicamente, dentro del Holoceno Tardío (Cornely, 1947 [12], 1956 [13]; Iribarren, 1956 [14], 1960 [15], 1969 [16]; Montané, 1960 [17]; Niemeyer y Montané, 1960 [18]; Schiappacasse y Niemeyer, 1964 [19], 1965 [20], 1986 [21]; Troncoso et al., 2016a [22]; Troncoso y Pavlovic, 2013 [23]); y, espacialmente, en las trayectorias históricas definidas para la zona del Elqui-Limarí (Troncoso y Pavlovic, 2013 [24]).

Un elemento común a la totalidad de las evidencias arqueológicas costeras es su alta afectación en tiempos recientes. Los factores de erosión más abordados últimamente en la investigación arqueológica son los ambientales, como los últimos cambios en el nivel del mar o eventos catastróficos como marejadas, lluvias torrenciales y tsunamis asociados al cambio climático actual (Johnson et al., 2015 [25]; Anderson et al., 2017 [26]; Markham, 2017 [27]). No obstante, las alteraciones antrópicas son iguales o más profundas que las generadas por factores ambientales, y se ha puesto poco énfasis en cómo estas afectan específicamente los contextos costeros. Por la alta concentración de materiales culturales, son frecuentes las excavaciones ilegales para la colección o venta de piezas arqueológicas (huaqueo), generalmente asociadas al tránsito y pernocte de turistas. Además, la explotación de recursos marinos por las comunidades actuales suele realizarse sobre los sitios arqueológicos formados por comunidades del pasado, perpetuando con nuevas dinámicas los modos de vida costeros pretéritos. Esto, sumado al crecimiento urbano y al mercado industrial y de la construcción, sitúa al registro costero dentro de la compleja red de relaciones y grupos de interés que caracterizan los procesos de patrimonialización (Ayala, 2007[28]; Ayala et al., 2003 [29]; Sanhueza, 1986 [30]).

Es así que la expansión urbana de Guanaqueros, últimamente acelerada por la expansión del mercado turístico, ha traído consigo la alteración de varios contextos arqueológicos. Esta situación propició la organización de la comunidad para proteger, conocer y poner en valor las evidencias arqueológicas aledañas al pueblo. En septiembre del 2018, representantes de varias organizaciones sociales de Guanaqueros recurrieron a la Municipalidad de Coquimbo en busca de asesoría arqueológica. Sus intereses oscilaban entre la protección con fines turísticos y el levantamiento de información con fines de concientización y de dar sentido de pertenencia histórica a la comunidad. Su requerimiento fue redirigido al Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (ceaza), institución científica con vínculos tanto con la Universidad de La Serena como con la Universidad Católica del Norte y con sede en la ciudad de Coquimbo.

Estas gestiones derivaron en la conformación de un equipo de trabajo en terreno y la realización de una campaña de prospección dirigida, que fue llevada a cabo durante dos días en diciembre del 2018. Durante la prospección, representantes de la comunidad nos guiaron a lugares de interés para evaluar su asignación arqueológica y realizar un catastro general de su estado de conservación.

Los resultados de la prospección realizada fueron sintetizados, originalmente, en un informe distribuido y presentado formalmente a la comunidad de Guanaqueros y a la Municipalidad de Coquimbo en mayo del 2019 (Hernández et al., 2019 [31]). El presente trabajo profundiza lo expuesto en dicho informe en relación con las características de los yacimientos arqueológicos, su organización espacial y su posible filiación cronológica. De esta forma, este trabajo cumple dos propósitos: en primer lugar, constituye un primer intento de sistematización de la información arqueológica conocida para la península de Guanaqueros integrando nuevos sitios, contribuyendo al conocimiento disponible sobre las ocupaciones prehispánicas de la zona. En segundo lugar, sitúa dichos resultados en la relevancia del trabajo con comunidades locales, reconociendo que en los puntos de encuentro de sus intereses con los de nuestra comunidad se hallan los intersticios en que ambas colectividades pueden colaborar en mutuo beneficio.

Antecedentes arqueológicos de Guanaqueros

Los momentos que concentran la mayor cantidad de evidencias arqueológicas en esta región del nsa se ubican en el espectro cronológico del Holoceno Tardío, aproximadamente desde el 5000 AP en adelante (Núñez, 1983a [32], 1983b [33]; Kuzmanic y Castillo, 1986 [34]; Schiappacasse y Niemeyer, 1986 [35]), abarcando al menos cinco períodos histórico-culturales: el Arcaico Tardío (at), el Alfarero Temprano (pat), el Medio (pm), el Intermedio Tardío (pit) y el Intermedio Tardío-tardío (pit-pt) (Ampuero, 1972, 1989; Castillo, 1989; Llagostera, 1989; Niemeyer et al., 1989; Troncoso et al., 2016a). Además, y a diferencia de los momentos anteriores, es en el Holoceno Tardío que ocurre la transición del modo de vida cazador-recolector-pescador al desarrollo de economías agrarias, encarnadas por diversos grupos en diversas escalas espaciales y temporales (Becker et al., 2015). Dicho proceso se articula entre los períodos nombrados en la medida en que varios grupos con diversa cultura material han sido descritos para el at, pat, pm y pit en el área de Guanaqueros. Si bien las investigaciones sistemáticas realizadas en la zona son escasas, es posible asociar evidencias arqueológicas a cada uno de ellos.

Debemos hacer notar que Guanaqueros se refiere tanto a la actual localidad como a un sitio-tipo y a una fase del at: la fase Guanaqueros, vinculada a los desarrollos marítimos de comunidades de la costa del Norte Grande (Schiappacasse y Niemeyer, 1986; Llagostera, 1989). Las primeras referencias de Cornely (1947) anunciaban la presencia de lo que denominó pescadores primitivos de tiempos paleolíticos. Posteriores intervenciones estratigráficas de Iribarren (1956) confirmaron la presencia de sitios prealfareros, al registrar un cementerio en el estrato inferior de un conchal con varias tumbas cubiertas de pigmento rojo o verde asociadas a grandes hojas bifaciales, piedras horadadas y anzuelos de concha simples y compuestos. En el mismo trabajo, el autor vincula los hallazgos a la cultura del anzuelo de concha (Bird, 1943) y a las excavaciones de Augusto Capdeville en Taltal: nexo que desarrolla luego en otras excavaciones con evidencias similares en la región (Iribarren, 1960; 1969). La excavación de nuevos contextos de esta cronología por Schiappacasse y Niemeyer (1964) corroboró el material artefactual descrito y lo asoció a fechados radiocarbónicos no calibrados en torno a los 3500 años AP (Schiappacasse y Niemeyer, 1968). Si bien la integridad de la fase Guanaqueros y su asociación a un grupo cultural específico ha sido cuestionada en la costa del Elqui-Limarí (Cornejo et al., 2016; Hernández, 2019), la presencia de grupos costeros durante el Arcaico Tardío en la zona es indudable.

Esta ocupación, vista como un todo, incluye además evidencias que sugieren una incorporación significativa de recursos vegetales a las prácticas llevadas a cabo por las comunidades de este período (Schiappacasse y Niemeyer, 1986; Cornejo et al., 2016; Pino et al., 2018). Se trata de uno de los elementos más referidos por los estudios disponibles de Guanaqueros: las piedras tacitas. Dicen Niemeyer y Castillo (1996, p. 57): «[Las piedras tacitas] son bastante frecuentes en la región de Coquimbo. En cuanto a profundidad cronológica, se las encuentra, a lo menos, desde el Arcaico Tardío, siendo Guanaqueros, en la costa de Coquimbo, donde el fenómeno alcanza su clímax dado el enorme número de bloques portadores de tacitas». Esta profusión de piedras tacitas es confirmada por Cornely (1956, p. 171): «Un punto donde hemos encontrado hasta 120 morteros es el pequeño villorio [sic] de pescadores, Guanaqueros (…). En este pueblo (…) y sus alrededores están distribuidas estas piedras, que contienen algunas uno o dos morteros y otras que tienen hasta 32 morteros en una misma piedra». En efecto, las primeras investigaciones realizadas en el pueblo de Guanaqueros (Cornely, 1947) registraron tres conchales en asociación a piedras tacitas como la que Cornely reproduce en su publicación (Figura 2). Schiappacasse y Niemeyer (1964) registraron 65 piedras tacitas entre Guanaqueros y la bahía de La Higuera (dos kilómetros al oeste del pueblo). Investigaciones recientes en la cuenca del río Limarí permiten afirmar que estos elementos inmuebles se concentrarían mayormente hacia el curso inferior del Elqui-Limarí, tendrían usos asociados principalmente a la molienda de cultígenos y fibras vegetales, serían característicos de comunidades del at y pat y se encontrarían emplazadas en asociación espacial directa a cursos de agua (Troncoso et al., 2017; Pino et al., 2018).

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Figura 2. Representación de una de las piedras tacitas asociadas a conchales en el pueblo de Guanqueros. Tomado de Cornely (1947, p. 21).

La continuidad de las prácticas que modifican estas rocas hasta el pat es confirmada por su asociación a cerámica superficial de filiación Molle (Cornely, 1947, 1956; Iribarren, 1956). En Guanaqueros, el componente pat se manifiesta en «restos de alfarería Negra Pulida y Gris Molle con algunos trozos decorados con interesantes grabados incisos, tembetás y cachimbas [pipas] del tipo T invertido, en el llano inmediato al mar» (Iribarren, 1956, p. 21). Cerámica similar es descrita respecto de uno de los conchales excavados por Cornely en Guanqueros (1947, p. 20), sugiriendo que tanto las tacitas como la cerámica incisa tienen un origen común (Cornely, 1956).

A pesar de no existir registros explícitos de cerámica ánimas en Guanaqueros, correspondiente al pm, Cornely (1947, p. 22; 1956, p. 103) se refiere la excavación de múltiples tumbas en la bahía de La Higuera, donde los individuos aparecen acompañados de un «auchénide» 1, sin entregar mayores descripciones sobre los humanos o los camélidos con los que habrían sido enterrados. A partir de la descripción de presencia de cerámica diaguita arcaica en las mismas publicaciones, podemos suponer que esta podría estar asociada a los enterratorios (Cornely, 1947, p. 22; 1956, p. 103).

Para el pit, Cornely menciona una tumba diaguita (1953, p. 5) y presencia de cerámica y metalurgia diaguita (1947, p. 22) en el área de La Higuera y Punta del Barco. A excepción de una referencia explícita a «pedazos de alfarería diaguita, pero de una época más moderna» (Cornely, 1947, p. 22), queda la duda de si los contextos identificados como diaguita pueden superponerse a ocupaciones ánimas. Iribarren, por su parte, sugiere la presencia «irrefutable» de la cultura diaguita entre las terrazas inferiores del pueblo de Guanaqueros (colindantes a la costa), ensenada de La Higuera y Punta del Barco, sin presentar evidencias claras que lo apoyen (Iribarren, 1956, p. 21).

Por último, para el pit-pt, no hay antecedentes que permitan discutir la presencia del Tawantinsuyu o de un componente tardío en la secuencia local.

Un elemento no descrito en las investigaciones en Guanaqueros es la presencia de arte rupestre. A pesar de la relativa escasez de estas evidencias en la costa del Elqui-Limarí en comparación con el curso inferior del Limarí (Troncoso et al., 2016b), destacan los registros de pinturas en la quebrada Romeral-El Pimiento, Punta Teatinos (Schiappacasse y Niemeyer, 1965) y las pictografías de El Panul, Lagunillas y El Chacay (Ampuero, 1966).

1 Similar a «auquénido»: concepto en desuso que refiere a los camélidos sudamericanos.

Metodología

La metodología empleada estuvo estrechamente ligada a los requerimientos de la comunidad. Tratándose de una prospección dirigida, cuatro miembros de la comunidad de Guanaqueros nos condujeron a sitios que ellas y ellos mismos consideraban de interés y relevantes para poner en valor. No todos ellos pudieron ser definidos como sitios arqueológicos. El recorrido tuvo lugar en dos jornadas en diciembre del 2018 y consistió en un circuito a pie por dos de las quebradas que desaguan en el pueblo de Guanaqueros, avanzando posteriormente por el trazado urbano y el borde costero hacia la Punta del Barco o Punta Barnes, el extremo de la península que alberga al pueblo. Todos los sitios identificados fueron registrados vía georreferenciación en gps, asignándose un código a cada hallazgo según su asociación principal a piedras tacitas (T), aleros rocosos (A), concentraciones cerámicas superficiales (C) o pinturas (P), más un número correlativo. Se realizó un registro fotográfico de los sitios visitados –tanto de su emplazamiento como de sus materiales arqueológicos muebles e inmuebles–. En los casos con posibles pinturas rupestres, las fotografías fueron sometidas al tratamiento DStretch. Conjuntamente, se tomó nota de los materiales en superficie observados en cada sitio, su posible asignación cronológico-cultural y las asociaciones espaciales a caminos, quebradas o borde costero y elementos de perturbación ambiental o antrópica. Lo último buscó estimar el estado de conservación aproximado de los sitios, considerando la integridad del registro albergado y, por lo tanto, la urgencia de su conservación ante la información que podría proporcionar para nuestra disciplina. En los sitios arqueológicos con piedras tacitas, se tomaron medidas de las oquedades máxima y mínima por bloque, clasificando su morfología de acuerdo con Pino y colaboradores (2018, p. 7).

La totalidad de las evidencias registradas fue dividida por sectores en relación con los principales elementos geográficos que demarcan el emplazamiento de Guanaqueros: las dos quebradas sin nombre que describe Iribarren (1956), el actual centro del pueblo, la bahía de La Higuera y la Punta del Barco o Punta Barnes. La utilización de las quebradas es ventajosa, pues se trata de rasgos del paisaje que preceden al asentamiento actual. Además, la literatura disponible define las piedras tacitas –que conforman el grueso de nuestros resultados– como articuladas en torno a cursos de agua. El centro del pueblo ha sido considerado como un sector aparte por la particular alteración antrópica a la que habrían estado sujetos sus contextos.

De esta manera, los sitios identificados se agruparon en cinco sectores, los que siguen un orden correlativo de este a oeste (Figura 3). El sector 01 se ubica cercano a la primera quebrada destacada por Iribarren (1956) y el sector 02 a la segunda quebrada, paralela al actual camino que lleva de Guanaqueros a Tongoy. El tercer sector está definido por la desembocadura de la segunda quebrada de Iribarren (1956) y la intersección entre la ladera del cerro y la bahía de Guanaqueros, coincidentes con el pueblo de Guanaqueros (Schiappacasse y Niemeyer, 1964). El cuarto sector es la porción de la costa entre Guanaqueros y ensenada de La Higuera. Por último, el quinto sector es el área entre la ensenada y la Punta del Barco, zona llamada Valle del Indio por la gente de la comunidad.

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Figura 3. Ubicación de los sitios arqueológicos registrados en Guanaqueros y los cinco sectores en que se agrupan. El triángulo indica la ensenada de La Higuera, a cuyo norte está Punta del Barco. Imagen tomada y modificada de Google Earth.

El comienzo de los resultados incluye una contrastación satelital entre el emplazamiento original de las excavaciones realizadas por Schiappacasse y Niemeyer (1964) e Iribarren (1956) y su posible emplazamiento actual. Esto busca atender a las posibles relaciones entre nuestros resultados y aquellos que fueran levantados por esos investigadores en los trabajos referidos.

Resultados

El contraste entre los antecedentes arqueológicos de Guanaqueros y sus imágenes satelitales actuales exhibe una alta afectación de sus sitios debido al crecimiento urbano (Figuras 4 y 5).

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Figura 4. Emplazamiento de piedras tacitas y excavaciones realizadas en Guanaqueros por Schiappacasse y Niemeyer (1964, p. 236-237) e imagen satelital actual del pueblo. Imagen inferior tomada y modificada de Google Earth.

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Figura 5. Emplazamiento de excavaciones de Iribarren (1956, p. 11) entre las principales quebradas que desaguan en Guanqueros e imagen satelital actual del pueblo. Imagen inferior tomada y modificada de Google Earth.

Algunos elementos que destacan en la comparación de estas dos imágenes son la alteración de la curva de la bahía por las obras de mejoramiento del borde costero (ca. 2010) y la superposición del área urbana con la distribución de las piedras tacitas. Allí donde los autores registraron 65 tacitas, nuestra visita en terreno registró solo seis, de las cuales dos se encuentran descontextualizadas.

Por otra parte, observamos que las dos quebradas que demarcan la terraza excavada por Iribarren (1956, p. 11) definen nuestros sectores 01 y 02. Esto refuerza su utilización como ejes ordenadores del espacio previo al asentamiento de la actual caleta. La escasa alteración del cauce original de dichos cursos de agua sitúa la relevancia de constatar su asociación a evidencias arqueológicas (Figura 5).

Sector 01: quebrada 01

Destacamos el primer sector prospectado por no haber presentado evidencias arqueológicas en su tramo inferior. Recorrimos aproximadamente un kilómetro desde la desembocadura de la quebrada hacia arriba, sin identificar dispersiones de material superficial o elementos como piedras tacitas. Esta ausencia de registro es diagnóstica de perturbaciones recientes de sus contextos o de la historia ocupacional de esta quebrada en el marco del uso del espacio de las comunidades asentadas allí. No obstante, lo segundo es contradictorio tanto con la intensa movilidad residencial planteada para la costa del Elqui-Limarí durante el at y el pat (Cornejo et al., 2016; Troncoso et al., 2016a) como con la presencia adyacente de la terraza excavada por Iribarren (1956), actualmente cubierta de construcciones habitacionales.

Los hallazgos confirmados entre los sectores 02 y 04 se exhiben en la Figura 6.

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Figura 6. Detalle de los sectores 02 al 04 y las piedras tacitas mencionadas en el texto. Imagen tomada y modificada de Google Earth.

Sector 02: quebrada 02 y ruta D-420 (camino a Tongoy)

El segundo sector prospectado sí presenta evidencias arqueológicas: se trata de dos piedras tacitas separadas entre sí por aproximadamente 1,5 km, ambas a menos de 200 m de la quebrada 02 y asociadas a respectivas dispersiones de material sobre matriz de concha (Figura 7).

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Figura 7. T01 (a, b) y T02 (c, d) con sus materiales asociados.

El material arqueológico y el conchal registrados en T01 se proyectan hacia el este de esta quebrada en los terrenos que ocupan las actuales casas, corroborando la presencia del conchal y la terraza excavada por Iribarren (1956) en el conjunto habitacional de esta porción de Guanaqueros. En superficie se registraron tanto artefactos líticos no diagnósticos como cerámica monocroma, lo que sugiere una alteración intermedia de las ocupaciones prehispánicas asociadas a las piedras tacitas. Hacia T02, más lejana del pueblo y de la línea de costa, la integridad estratigráfica podría ser mayor.

Sector 03: pueblo de Guanaqueros

El trazado urbano central de Guanaqueros reportó cuatro piedras tacitas (T03 a T06) (Figura 8). Dos de ellas (T03 y T06) se encuentran removidas de su contexto original, mientras que las otras se encuentran dentro del terreno de una construcción actual (o en la mitad de su delimitación, como T04). Por lo anterior, la remoción del material arqueológico asociado a las tacitas es evidente, conservándose solo en T05 una matriz de concha que coexiste con valvas de depositación subactual.

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Figura 8. Las cuatro piedras tacitas registradas en el trazado urbano de Guanaqueros.

Sin embargo, la inspección en las cercanías de T03 reveló la presencia de restos de concha y un perfil expuesto que podría albergar cierta integridad estratigráfica, siendo posible que formen parte del antiguo conchal del pueblo de Guanaqueros excavado por Schiappacasse y Niemeyer (1964) (Figura 9). No se registró material cerámico en estos puntos.

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Figura 9. Perfil expuesto junto a T03 que exhibe una matriz de concha y material óseo en estratigrafía.

Sector 04: Guanaqueros-La Higuera

El recorrido por este sector reveló cuatro piedras tacitas agrupadas de a dos y asociadas a un amplio conchal disperso en la terraza baja, adyacente a la línea de costa. Ambos grupos (T07-T08 y T09-T10) se encuentran separados por aproximadamente 500 m, presentándose aquí por primera vez horadaciones de piedras tacitas sobre el batolito costero en T09 y T10 (Figura 10). Las condiciones de visibilidad no permitieron la observación de materialidades arqueológicas diagnósticas, no obstante, la estrecha franja ocupacional que delimitan las elevaciones de la península en forma paralela a la costa haría esperable una alta concentración de materiales.

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Figura 10. Piedras tacitas identificadas en el sector 04.

Sector 05: Punta del Barco-Valle del Indio

El conjunto más significativo de evidencias se concentra en este sector, con especial énfasis en el corredor que une ambas líneas de costa cerca del extremo de la Punta del Barco: el llamado Valle del Indio. La Figura 11 exhibe la distribución espacial del variado conjunto de elementos de esta área: por primera vez en este estudio, vemos converger en un mismo espacio reparos rocosos con piedras tacitas, concentraciones de cerámica diagnóstica y pinturas rupestres. Procedemos a una breve descripción de cada elemento.

T11 corresponde a una serie de horadaciones distribuidas en varios segmentos de un mismo gran batolito costero adyacente a la costa y elevado a unos 20 metros sobre ella. Su amplia distribución llevó a la conformación de un polígono que concentra la mayor cantidad de oquedades (Tabla 1, Figura 12).

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Figura 11. etalle del sector 05 y los hallazgos mencionados en el texto. Imagen tomada y modificada de Google Earth.

Tabla 1 Puntos que conforman el polígono de T11. Imagen tomada y modificada de Google Earth.

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Figura 12. Vista general de T11.

Los seis paneles con tacitas (T11.a a T11.f) tienen en común la escasa cantidad y alta separación de sus oquedades. Además, registramos aquí los únicos casos de todo este estudio de agujeros no cupuliformes: se trata de una horadación mixta (elipsoidal con cupuliforme dentro) y una elipsoidal, mucho más similares a un mortero por fricción horizontal, en T11.b1 (Figura 13).

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Figura 13. El panel T11.b con un detalle a las horadaciones elipsoidales de T11.b1.

La porción del batolito orientada hacia la península colinda con un extenso conchal de unos 100 m por 40 m con escasa intervención y material lítico y cerámico en superficie (fragmentos monocromos, algunos con engobe blanco y rojo). Esta zona alberga los únicos fragmentos cerámicos más diagnósticos: 270 m al noroeste (en C01, 19J 264292 mE 6659468 mS) y 520 m al sur (en T12, 19J 264640 mE 6658855 mS) hallamos cerámica de filiación diaguita (Figura 14).

Esta distribución de cerámica coincide con las observaciones brindadas por la literatura disponible. Dice Iribarren (1956, p. 21): «El hecho de que se hayan efectuado hallazgos de sepulturas y alfarería diaguita dentro de la misma meseta donde actualmente han levantado sus viviendas los pescadores de Guanaqueros, corroborado con las diversas exhumaciones en un cementerio indígena ubicado en La Higuera, a corta distancia del pueblo en otra ensenada de la misma bahía, y de diversos yacimientos arqueológicos distribuidos a lo largo de la península que se conoce con el nombre regional de Punta del Barco, asegura irrefutablemente la ocupación de esos lugares por el pueblo diaguita. Permanencia posiblemente prolongada hasta la ocupación española».

Además, el área muestra al menos tres aleros rocosos que hemos designado como A01, A02 y A03 asociados a cerámica monocroma. La disturbación en los tres es evidente, teniendo A03 escaso potencial estratigráfico. No obstante, A02 muestra una alta diversidad de evidencias. 20 m ladera arriba de A01, su entrada tiene aproximadamente 1,5 m de altura y 2,5 m de ancho (Figura 15), con una profundidad máxima de 2m. El extremo este de la línea de goteo se encuentra flanqueado por una hilera de rocas tipo pirca; al oeste de la entrada se observa un bloque rectangular de 1 m x 60 cm con una oquedad o tacita cupuliforme y el área interior y exterior del alero tiene restos zooarqueológicos y un sedimento negruzco. Junto con esto, marcas de óxido ferroso en la pared oeste fuera de la entrada del alero cubren evidencias de arte rupestre con líneas verticales y horizontales paralelas entre sí, elaboradas con pigmento rojo (Figura 16).

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Figura 14. Material cerámico en superficie en C01, hacia el Valle del Indio.

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Figura 15. Aleros A01 y A02. En el recuadro se destaca el panel con arte rupestre reproducido en la Figura 16.

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Figura 16. Pinturas rupestres de A02 sometidas a DStretch.

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Figura 17. Vista general de las pinturas de P01. Imagen de la derecha sometida a DStretch.

Nos parece que este registro muestra altas correspondencias con una descripción brindada por Cornely (1947, p. 22): «Un kilómetro más al poniente [de La Higuera] encontramos una “casa de piedra” como las llama el pueblo. Uno [sic] enorme piedra que descansaba sobre otras dos laterales formando una especie de aposento, –al pié [sic] de estas piedras encontramos a poca profundidad otra osamenta humana y pedazos de alfarería diaguita». Esta «casa de piedra» bien puede coincidir con A01 o A02.

La sugerente presencia de paredes rocosas con pigmento es reiterada en el último hallazgo significativo de este sector. Se trata de un reparo rocoso bajo un bloque errático en la mitad de la meseta llamada Valle del Indio, que exhibe una alta diversidad de motivos en pintura roja (Figura 17). Se encuentra orientado hacia el sureste, midiendo el bloque completo 6 m en sentido E-O y 7 m en sentido N-S.

Las fotografías realizadas al muro revelaron varios motivos no figurativos, de los cuales predominan serpenteantes, escalerados y líneas paralelas horizontales (Figura 18). Se registraron dos oquedades o tacitas cupuliformes, una sobre el bloque y otra sobre una roca de 1 x 1 m frente a las pinturas. También destaca una hilera de piedras frente al panel con pinturas.

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Figura 18. Motivos observados en P01. Imágenes sometidas a DStretch.

Síntesis

Una síntesis de los hallazgos expuestos es ofrecida en la Tabla 2. Las jornadas de terreno permitieron la identificación de doce piedras tacitas, tres aleros, una concentración cerámica y un panel con pinturas. Uno de los aleros exhibe otro panel con pinturas. En forma similar, P01 y A02 se encuentran acompañados de tacitas.

Además, la cantidad de oquedades por piedra tacita y sus dimensiones máximas y mínimas se exponen en la Tabla 3.

La gran mayoría de las oquedades registradas son de tipo cupuliforme, con solo dos excepciones en T11.b. El número de horadaciones por bloque oscila entre 1 y 15, teniendo todas ellas dimensiones variadas.

Tabla 2. Sector y código de los hallazgos reportados.

tabla 2

Tabla 3. Cantidad, tipo y dimensiones de las oquedades de mayor y menor tamaño de cada bloque registrado (medidas en cm).

tabla 3

Discusión

El primer punto de esta discusión se refiere a la relación entre nuestro equipo y la comunidad de Guanaqueros. A pesar de que los representantes de la comunidad con quienes colaboramos para realizar el presente estudio no pertenecen a comunidades indígenas reconocidas por el Estado, sí corresponden a habitantes de la zona con un gran interés por proteger, conocer y difundir el pasado cultural de Guanaqueros a través de iniciativas individuales, municipales y la postulación a fondos de promoción, protección e investigación del patrimonio local.

En los inicios de este trabajo, durante la prospección realizada y su consiguiente informe, el énfasis expresado por parte de la comunidad a nuestro equipo fue situar a Guanaqueros como sitio de especial relevancia en la zona, dando al estudio un marcado carácter localista. Afortunadamente, los resultados del trabajo realizado con la comunidad permiten confirmar, además, la importancia arqueológica del lugar dentro de procesos regionales de la prehistoria del nsa. Dos elementos fueron centrales al exponer esta información a la comunidad de Guanaqueros: en primer lugar, el dato de mayor interés fue que el número de piedras tacitas aquí reportadas es mayor que en sectores aledaños (Cornely, 1956; Niemeyer y Castillo, 1996), siendo explícitamente comparado con el Valle El Encanto por las y los miembros presentes. Esto converge con el interés de administrar estas evidencias por su valor turístico. En segundo lugar, a pesar de que la ubicación y naturaleza de los sitios arqueológicos registrados eran conocidas por una gran mayoría de los habitantes del pueblo, el valor arqueológico de estos era una incógnita. El trabajo arqueológico realizado generó un respaldo académico que permitió ponderar el valor patrimonial de Guanaqueros y resignificar los motivos que llevan a visitarlo. La inserción de Guanaqueros en temáticas arqueológicas regionales fue problematizada con este propósito.

Lejos de pretender agotar el tema, nos parece que aquí reside la principal reflexión emanada de esta experiencia comunitaria: que solo reconociendo los intereses de cada actor involucrado es posible delimitar las convergencias que permitan el beneficio de las y los participantes. Similares observaciones han emanado detrás de la puesta en valor del patrimonio arqueológico en otras localidades (por ejemplo, en Urrutia y Uribe, 2020).

La convergencia de intereses entre nuestra comunidad (i.e. la comunidad arqueológica) y la de Guanaqueros se ve reflejada en que todo el levantamiento de información transcurrido en terreno tuvo la participación de los representantes referidos. Existieron, no obstante, puntos de desencuentro: no todas las localidades visitadas fueron sujetas a asignación arqueológica. Nos referimos, concretamente, a un litófono (llamado «piedra campana» localmente) y a disposiciones naturales cuadrangulares del batolito costero que asemejaban pozos o estructuras fúnebres. Recalcamos que el hecho de que estos lugares no fueran declarados sitios arqueológicos no les resta valor o relevancia –más aún si comulgamos con lecturas de la prehistoria donde los lugares tienen agencia sobre la conformación de comunidades (Vigliani, 2007)–. Más bien, esto visibiliza una realidad que debe tenerse presente: las limitaciones de nuestra disciplina, su hegemonía sobre el patrimonio y sus materialidades (y, por lo tanto, la oficialidad ante el Estado de nuestro relato sobre el pasado), así como nuestras posiciones teóricas tienen un número limitado de puntos de encuentro con los requerimientos de las comunidades locales. Es más: ante las limitaciones de tiempo, hubo sectores que no visitamos por asumir que su asignación arqueológica sería dudosa. Lo anterior refleja que la metodología empleada no estuvo del todo supeditada a los dictámenes de la comunidad local, prevaleciendo en estas decisiones la autoridad legal materializada en el poder de la arqueología de designar qué elementos materiales son arqueológicos o no (Salazar et al., 2019).

En ese contexto, es difícil evaluar las proyecciones de esta colaboración. El documento entregado a la comunidad de Guanaqueros sirve como referencia, mas no como instrumento legal para la administración de los sitios arqueológicos que se encuentran emplazados en terrenos privados. Nos limitamos a enunciar que es de absoluta potestad de la comunidad y sus grupos de interés discernir acerca del producto que puedan generar a partir de este levantamiento. Solo su capacidad de disputa y coordinación permitirá que esto decante en una protección y puesta en valor del patrimonio intervenido.

El segundo punto de discusión de este artículo se refiere a los alcances de la información arqueológica expuesta. Estos datos intentan agotar los resultados levantados en terreno mediante metodologías no invasivas y de registro rápido, en el contexto de una prospección dirigida. Si bien es necesaria una recolección y un procesamiento más exhaustivo, estas evidencias permiten complementar el registro de sitios de la zona e inaugurar líneas de discusión en relación con los antecedentes conocidos para el área. La idea más inmediata que se desprende de nuestros resultados es que se vuelve urgente la prospección sistemática de esta zona para registrar la información arqueológica posiblemente intacta. Las evidencias del sector 02 muestran que parte de los contextos excavados por Iribarren (1956) podrían seguir respondiendo preguntas relevantes sobre dichas ocupaciones. Igualmente, es posible que haya más perfiles expuestos o superficies disponibles para la utilización de metodologías de excavación poco extensivas en el trazado urbano de Guanaqueros (correspondiente mayormente a las excavaciones de Schiappacasse y Niemeyer, 1964). La existencia de estos lugares demuestra que una búsqueda sistemática de áreas no alteradas por el crecimiento de Guanaqueros arrojaría aún evidencias de las ocupaciones prehispánicas de las que se tienen noticia.

En el contexto de la alta continuidad espacial de las evidencias observadas, es posible que varios de los puntos levantados correspondan a un mismo sitio. Esta discusión no es un asunto nuevo ni en la arqueología costera (véase los megamiddens sudafricanos en Jerardino, 2012) ni en la teoría arqueológica (Dunnell, 1992). En esta ocasión, nos hemos limitado a exponer la distribución espacial de estos elementos del paisaje para evaluar su ordenamiento.

Es así que la información levantada permite discutir sobre las piedras tacitas. La bibliografía revisada las sitúa como uno de los elementos más conspicuos del registro arqueológico y el patrimonio cultural de Guanaqueros (Iribarren, 1956; Schiappacasse y Niemeyer, 1964). Una primera observación puede desprenderse del número de oquedades en las piedras tacitas registradas: este indica que las piedras tacitas con mayor cantidad de perforaciones se concentran en el sector 02 y el sector 03 –la quebrada 02 y el plano urbano de Guanaqueros–. De hecho, los bloques que se encuentran incompletos o fracturados se ubican en este sector, maximizando dicho efecto. Por otra parte, las tacitas que propenden hacia la Punta del Barco (sectores 04 y 05) nunca superan las seis horadaciones por bloque. El somero registro presentado en la Tabla 3 indicaría, además, que las oquedades de mayores dimensiones se encuentran igualmente asociadas a los sectores 02 y 03. No obstante, es necesario realizar cálculos volumétricos precisos para evaluar la inversión de trabajo asociada a los bloques.

Lo anterior permite una primera aproximación a un uso cronológicamente diferenciado del espacio en Guanaqueros. La proliferación de piedras tacitas con más oquedades ha sido interpretada como un indicador de la intensificada explotación de recursos vegetales y vínculo con el interior que caracteriza a las comunidades del pat en relación con el at (Pino, 2012; Troncoso et al., 2017; Pino et al., 2018). La concentración de tacitas con más perforaciones se ubica en el borde costero al oeste de la desembocadura de la quebrada 02 y esta última puede ser diagnóstica de la igualmente intensificada movilidad residencial del pat en torno a ambientes costeros y el curso inferior del Elqui-Limarí (Troncoso et al., 2016b).

No obstante, esto no quiere decir que un bloque con una cantidad mayor de oquedades (siendo incluso esa distinción fácilmente equívoca) sea siempre indicador de una ocupación pat. Esto podría responder a una diferenciación espacial de las tareas asociadas a las tacitas. Por lo pronto, es posible distinguir una distribución diferencial de las tacitas, donde las prácticas más intensas de molienda ocurren en asociación al actual sector urbano del pueblo de Guanaqueros y la quebrada 02.

La ubicación de piedras tacitas en el batolito costero abre una segunda línea de discusión. La investigación en la zona ya ha dicho que «la presencia de tacitas en sitios de fácil acceso a los pobladores del conchal, en las cercanías de cursos de aguas (quebradas) o vecinas a la playa, nos induce a pensar que, en Guanaqueros, este elemento era de tipo utilitario relacionado a las actividades recolectoras» (Schiappacasse y Niemeyer, 1964, p. 261). Profundizando en dicha idea, es posible plantear que las tacitas de Guanaqueros más adyacentes a la costa se encuentren aquí firmemente relacionadas con las actividades recolectoras y pescadoras del litoral. Es necesario comprender mejor las dinámicas de explotación costera de estas comunidades para ahondar en este vínculo. Considerando que no tenemos noticia de otras tacitas en la costa del Elqui-Limarí con tal inmediación a la costa, encontramos en Guanaqueros por primera vez un antecedente que podría situar el procesamiento y consumo de vegetales como una tradición altamente asociada a las prácticas de explotación costera. Esto adquiere relevancia en la medida en que las tacitas son particularmente numerosas en esta zona en relación con otras, lo que da, al menos, nuevos matices a lo planteado para el pat como un momento en que la presencia costera de los grupos humanos sería menor (Niemeyer et al., 1989).

Por último, un punto solo brevemente tocado respecto de la movilidad de las comunidades del pat puede ser abordado a partir de la ausencia de evidencias arqueológicas en la quebrada 01. Si bien es altamente probable que la disturbación antrópica reciente haya alterado irreversiblemente la naturaleza del registro arqueológico de la terraza excavada por Iribarren (1956) y de esta quebrada, es diagnóstico que no haya sido registrada ninguna evidencia en este espacio en instancias en que el primer kilómetro de la quebrada 02 y la franja costera de todos los otros sectores prospectados arrojan, cuando menos, la presencia de conchales con material arqueológico. Es probable que esto se deba a que la cantidad de evidencias haya sido inicialmente menor en este sector.

De seguir esa línea argumentativa, nos parece que el eje interpretativo fundamental debe vincularse a la movilidad de las comunidades del at y pat en relación con la comunicación con otros espacios costeros.

La quebrada 02, a diferencia de la quebrada 01, ofrece una conexión directa que, hasta el día de hoy (ruta D-420), es usada para trasladarse a la bahía de Tongoy, la que alberga una alta profusión de conchales con ocupaciones reportadas desde el at (Schiappacasse y Niemeyer, 1965). La ausencia de evidencias en la quebrada 01 y la concentración de tacitas con más oquedades en la quebrada 02 y el sector 03 se podría interpretar como una ruta de movilidad residencial –intensificada en el pat– que permitiría la conexión de la actual caleta de Guanaqueros con el curso inferior del río Limarí. El ingreso a la bahía de Tongoy permite, hacia el sur, el acceso a la quebrada de Pachingo y Quebrada Seca, lo que anexa dicho espacio directamente con sitios ocupados en el at y el pat, como, por ejemplo, Tamaya-1 (Pascual et al., 2019).

En ese marco, cabe preguntarse por qué Guanaqueros exhibe tal cantidad de piedras tacitas en la costa -Cornely (1956, p. 171) contabiliza hasta 120 bloques en el área–, en instancias en que Puerto Aldea es más cercano al Limarí y ofrece características geomorfológicas similares a Guanaqueros (Montané y Niemeyer, 1960). Lo mismo podría plantearse respecto de Punta Teatinos (Schiappacasse y Niemeyer, 1965). En ese marco, nos parece que Guanaqueros se distingue en la medida en que ofrece una conexión entre las cuencas del Elqui y Limarí por vía costera, siendo espacialmente privilegiado por las comunidades del at y el pat como lugar de ocupación y residencia. Es probable que contribuya a ello el acceso a diversos ecosistemas que ofrece la bahía de Guanaqueros, permitiendo el ingreso al litoral rocoso y arenoso y a los recursos del humedal de Lagunillas. Esta posible vía de tránsito ofrecería una conexión terrestre aledaña a la costa que permitiría el acceso a sus recursos y la comunicación entre los grupos humanos de esta cronología. No obstante, para una discusión más fructífera sobre las diversas relaciones sociales que se desplegaron en este espacio es necesario ir más allá de cómo los recursos determinan, por ejemplo, la movilidad de los grupos (como en Maschner, 1999), y debe ser crítica en general respecto de las ideas preconcebidas sobre los recursos marinos (Erlandson, 2001), poniendo como eje las relaciones sociales de producción y las trayectorias históricas de los grupos costeros (Pálsson, 1989, 2015).

Esta situación plantea un marcado contraste para lo que conocemos del pm y el pit en Guanaqueros. Los autores, reconociendo que las tacitas se asocian a cerámica monocroma delgada e incisa, sitúan las evidencias de los períodos posteriores en las terrazas bajas, adyacentes a la costa, y en la Punta del Barco (Cornely, 1947; Iribarren, 1956). La ocupación ánimas –solo identificada por Cornely (1947, 1956) con mayor claridad en la ensenada de La Higuera, con enterratorios asociados a camélidos– y las ocupaciones diaguita mostrarían una reducción espacial de las evidencias, con mayor concentración hacia la costa inmediata. Esto es coherente con las variaciones diacrónicas en la extensión del conchal de Punta Teatinos (Hernández, 2019) y posiblemente también con un cambio en la movilidad, que ya no privilegiaría el tránsito a la bahía de Tongoy de la misma forma que durante el at y el pat. Las áreas fúnebres ánimas y diaguita se ubicarían más cerca de la Punta del Barco –lo que, nuevamente, es coherente con la ubicación de las tumbas diaguita exhumadas en Punta Teatinos (Mostny y Cornely, 1941)–.

En esa línea, se destaca la presencia de arte rupestre en esta puntilla. Aspecto poco abordado y registrado a lo largo del litoral semiárido, lo que hace necesario reevaluar la presencia de estas manifestaciones en los aleros rocosos costeros. El uso de pigmento rojo ha sido registrado en el nsa en diversos usos desde, al menos, el at, persistiendo como lenguaje visual hasta tiempos coloniales (Troncoso et al., 2019). Un estudio de las ocupaciones asociadas a las manifestaciones rupestres se vuelve necesario para caracterizar a las poblaciones que las produjeron y su vínculo con la costa.

En síntesis, es posible interpretar, a partir de los registros en terreno y la revisión de antecedentes, una continuidad en la ocupación de la zona de Guanaqueros que va desde el Arcaico Tardío hasta el pit con un sugerente cambio ocurrido en la transición pat-pm. La diversidad de tipos de sitio puede corresponder preliminarmente a una seguidilla de formas de ocupar y habitar este espacio, que incluyen desde un evidente aprovechamiento del mar y sus recursos hasta el procesamiento y consumo de vegetales articulando sobre diversas tecnologías. La comprensión de las características de la historia cultural de las comunidades prehispánicas que habitaron esta zona, los alcances y la magnitud de sus dinámicas sociales y procesos históricos, así como las interpretaciones planteadas en este trabajo, quedarán a la espera de mayores investigaciones en la zona. Por el momento, se espera que esta sea una aproximación y aporte para pensar y evaluar el registro arqueológico de esta franja litoral.

Comentarios finales

Hemos abordado aquí parte de un valiosísimo registro que atestigua ocupaciones humanas a lo largo de todo el Holoceno Tardío. Independientemente de la recalcada necesidad de abordar estas áreas con estudios más sistemáticos y metodologías más exhaustivas, trabajos como el presentado son necesarios para levantar el máximo de información posible con los medios disponibles. En ese contexto, valoramos el trabajo desarrollado con la comunidad de Guanaqueros, el que, si bien orientó todo el muestreo expuesto en las páginas precedentes, abrió posibilidades de interacción que fueron provechosas tanto para la gestión de un patrimonio que les pertenece como para abrir rutas de investigación futuras.

En base a lo anterior y ante el contexto actual de un vertiginoso avance de los proyectos inmobiliarios y la creciente huella humana en estos sectores de larga secuencia ocupacional, nos plegamos a la necesaria urgencia de poner en valor lugares como Guanaqueros. En ese sentido, consideramos que el empoderamiento e interés de las comunidades respecto de su patrimonio cultural arqueológico es, finalmente, el único factor que puede proteger los enclaves que los mismos grupos de interés definan como estratégicos. Este trabajo y su continuidad esperan ser un aporte para dicha definición.

Agradecimientos

Agradecemos a Joceline Inostroza, Jorge Ramírez, Centro Cultural Vive Guanaqueros, Agrupación Acción por Guanaqueros y, en general, a la comunidad de Guanaqueros por su firme posicionamiento en torno a la conservación de su patrimonio. A la Delegación Municipal de Guanaqueros por ofrecer el espacio a la difusión de esta información y a Paloma Núñez y ceaza por hacernos llegar la invitación a participar de este proyecto y aportar con los recursos necesarios para ello.

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Recibido: 20/04/2020 Aceptado: 11/06/2020